domingo, 5 de agosto de 2012

La verdad de una mentira

CAPÍTULO VI: Decisiones


Cuando, Julia, despertó a la mañana siguiente una increíble sensación de angustia recorrió por completo su cuerpo. Nunca hasta ese instante le había dolido el corazón, algo impensado para su edad; donde la salud es un bien muy preciado. Ella sabía perfectamente que no era producto de algo físico, aquella dolencia era producida solo por la preocupación.



El miedo que la embargaba, mientras se dirigía al hospital, le hizo meditar sobre su propio egoísmo. ¿Qué sería del mundo para ella si Gerardo no estuviera en él?

Le llevó media hora antes de atreverse a entrar y preguntar. Encontró a una mujer cuyo rostro le dio confianza y a quien se dirigió así:

— Si usted fuera tan amable de enterarme del estado de salud del Señor Gerardo Subercaseaux estaría muy agradecida.

— Perdón, señorita, pero no estoy autorizada para entregar ese tipo de información— sus palabras decepcionaron a Julia en cuyo rostro se reflejó una tristeza tan profunda que de manera inesperada la mujer agregó— Su estado es delicado, solo le está permitido a su familia visitarlo; pero si usted desea puede hablar con su médico, tal vez, si usted es cercana al paciente le autorice una visita.

— Esta bien, muchas gracias— dijo finalmente Julia.

La tranquilidad que le entregaron las palabras de la mujer fue más bien momentánea, en ese instante pensó en el porqué de conformarse con tan escasa información.

Con el pasar de los días, y tras no tener noticias de Gerardo, la salud de Julia se resintió. Lo único que lograba ingerir eran líquidos; leche y agua fueron su único alimento por cuatro días. La Sra. Isidora, al notar a su hija tan decaída insistió en acompañarla hasta la floristería y una vez allí la convenció para que saliera a pasear, pensó que si su hija no deseaba contar que le sucedía, por lo menos podría ayudarla restándole un poco de trabajo.

Ante la insistencia de su madre, Julia, salió a dar un paseo. Encontrarse sola, sin tener nada que hacer, no era la mejor solución para su preocupación. Tras vagar sin rumbo decidió dirigir sus pasos hasta el hospital, esta vez había decidido no salir de allí sin verle.

Tras su llegada debió esperar y por casualidad escuchó una conversación que sostenían dos enfermeras, una de ellas preguntaba cómo se encontraba el paciente de la habitación 302, mientras que la otra le contestaba con un gesto de desagrado— Es el peor paciente que he tenido que atender en años, es tan grosero, todo le molesta. No sé cómo tantas personas se interesan por su salud.
  
— Yo te daré la respuesta— respondió divertida la otra enfermera— simplemente se debe a que es tan guapo y conocido por su trabajo. Me declaro como su admiradora número uno, aunque nunca he tenido la oportunidad de ver su actuación, eso sí que de vez en cuando me quedó mirándole desde la puerta en su habitación…

El corazón de Julia dio un salto al escuchar la palabra actuación, ¿sería posible?, ¿estarían hablando de la misma persona?; en ese instante pensó que se conformaría, al igual que la enfermera, con solo verle desde la puerta. Antes que ellas concluyeran la conversación, Julia, dirigió sus pasos hasta el tercer piso, el problema que tuvo para encontrar la habitación no fue nada comparado con el  que debió enfrentar más tarde.

Cuando leyó en la puerta de la habitación el nombre de Gerardo, su corazón se aceleró nuevamente; tras minutos de duda se decidió a abrir la puerta, pero una voz la detuvo.

— Señorita, ¿puedo saber qué hace aquí?; la hora de visita ya pasó y debo señalar que este paciente en especial solo las recibe con mi consentimiento.

— Perdón—dijo Julia, que volteó tímidamente, pero su intento por figurar tranquila cayó de inmediato al conocer la severidad del rostro a quien pertenecía aquella voz—, yo solo deseaba…

— No se exalte— agregó el doctor al percatarse de la incomodidad de Julia— es solo que tantas personas han venido por curiosidad, que nos hemos visto forzados a tomar esta medida. ¿Es usted familia del paciente?

Julia, que hasta ese entonces no acostumbraba a mentir respondió rápidamente:

— Sí, soy… soy su prima doctor.

— Bien. Siendo así haré una excepción— dijo, mientras abría la puerta—. Pase señorita…—Julia, miró asombrada cuando el doctor comenzó a comunicar su llegada a Gerardo—. Tengo muy buenas noticias para usted Gerardo, ha venido su prima a visitarle, espero que con su compañía mejore su ánimo.

— ¿Una prima ha dicho usted?— la sorpresa en la voz de Gerardo hizo que Julia, quien permanecía en el umbral de la puerta, se pusiera aún  más nerviosa—, pero doctor…

— No me diga más, esta vez usted, no podrá negar la entrada a su propia familia. Nunca he estado de acuerdo con esa negativa suya de recibir visitas y como esta vez no se trata simplemente de un conocido, me tomado la libertad de pedirle que pase. Siempre es bueno estar acompañado en situaciones difíciles, nada ayuda más en la recuperación que la compañía de quienes nos estiman; más si se trata de la familia.

El accionar tan sorpresivo del médico no le dio tiempo a Julia para salir de la habitación; y, contra todo lo que ella pensaba comenzó a caminar dentro de ella. Al ver que Gerardo permanecía con gran parte de su cabeza vendada, incluyendo sus ojos, y que no pronunciaba palabras, Julia, vio una oportunidad para permanecer a su lado.

Las sorpresas para Julia no terminaban, de pronto las palabras hacían fila en su boca para salir y  así justificar su presencia en el lugar; descubrió que mentir es algo que se da con facilidad, claro, una vez que se comienza.

La excitación de la situación la llevó a querer ser aún más convincente; por lo que agrego:

— No se preocupe, me ha quitado las palabras de la boca. Precisamente si he venido hasta aquí es para acompañar a mi primo.

—Muy bien señorita, me retiro para que conversen con mayor confianza.

La sensación de felicidad que sintió nuestra querida amiga se vio ensombrecida muy pronto cuando la puerta se abrió nuevamente y el doctor volvió con una pregunta que la dejó en jaque.
          
— Señorita, que descortés he sido,  he olvidado preguntar ¿cuál es su nombre?

Julia, que claramente no había pensado en un nombre para ser la prima de Gerardo, se puso muy pálida sin saber que decir; solo reaccionó cuando la  voz de Gerardo se escuchó en la habitación:
         
— Cuánto me ha costado reconocer su voz, querida prima. Doctor, permítame presentarle a mi prima, Julia; dígame sino es hermosa. Sigue tan tímida como siempre, me disculpo por ella. Prima por favor dele las gracias al doctor, que ha sido muy amable al permitir que me visite a esta hora.

— Gracias, doctor— dijo Julia con un hilo de voz.

— Ha sido un gusto conocerla Señorita Julia, ahora que usted ha venido espero verla con frecuencia, que este bien.

¿Cómo era posible que Gerardo tuviera una prima; que hubiera reconocido su voz en ella y; que fuera de toda lógica se llamara precisamente igual a ella? Sin duda era demasiada coincidencia, Julia, entonces pensó que su mentira había llegado a su fin.

3 comentarios:

Lourdes dijo...

Ayy me encantooo, que emoción, creo que él reconoció su voz y no le desagrada que haya llegado a verlo. Esto se pone super interesante guapa, Julia es audaz y eso en el amor está prefecto. Un beso grande y espero la actualización en cuanto tu puedas.

Jennieh dijo...

Lou:

Hay verdad en tus palabras, esperemos a ver que pasa con ellos.

Un beso.

suelin17dea dijo...

Que emocion, como puede ser sorprendida Julia en esta ocasión, la insistencia tuvo sus frutos... Seguimos viendo q sucede!!!
Buen capítulo