domingo, 12 de octubre de 2014

La verdad de una mentira



CAPÍTULO XXVII: Lo importante

Esta podría no ser la ocasión para hablar de nosotros. No tengo la intención de entregar razones con lo que escribo; porque las personas suelen comportarse de forma extraña y en mi cabeza tenía una figura diferente a la que muestras hoy.




Resulta doloroso darme cuenta como tus ojos esquivan mi mirada; la renuencia que encontraron desde que supiste la verdad se ha vuelto el peor de los castigos. No comprendo tu actuar, me gustaría saber qué sucesos esperabas si hubiese ignorado todo desde un comienzo; ¿tendrías la misma esperanza que guardo?; ¿quizás estas líneas fueran para mí?; ¿los papeles se habrían invertido? Si expreso lo diferente que estás es relacionándote con la mujer que emprendió un camino difícil por ayudarme, dispuesta a dejar a un lado su propia vida, apartándose de las convenciones.

Hace unos días consentiste en afirmar que sentías algo por mí, no puedo referirlo con exactitud porque lo dijiste sin palabras. Por mi parte me atrevo a decir, sin temor, que te amo.

Lo que es verdad no se puede negar: lo que vivimos nació de una mentira. Sé que nunca actuaste falsamente conmigo, porque la persona que estuvo a mi lado eras tú. Confío en quien eras… en quien eres, que jamás mentiste. Si existe un culpable… ése soy yo. Desde un principio supe la verdad y confieso que quise saber hasta dónde llegabas. Por un tiempo disfracé tu preocupación por mí. No creo que pueda expresar la vergüenza que siento al escribir estas líneas, sé que podrías odiarme, pero si he de ser franco: por mucho tiempo deseé atribuir tu comportamiento a la misma naturaleza de tu madre y a la de mi padre.

En todo, quien ha decidido has sido tú y justamente lo haces ahora; condenándonos. Permíteme mostrar lo que puedo hacer. No dejes que nuestra historia acabe por temor; si te preocupan las consecuencias luchemos juntos. Después de todo es a nosotros a quienes necesitamos.

Si es por el qué dirán… te advierto lo poco que me preocupa, sin embargo, si esto es importante para ti, nadie tiene por qué saber lo que ocurrió entre nosotros. Será un secreto; comenzaremos otra vez. Lo que no puedo sugerir es olvidar lo vivido, acabaríamos con una parte de lo que nos une, y nuestra historia se construye desde el primer momento. Desde el día en que me burlé de ti; en ese instante, una duda surgió dentro de mí y quise descubrir quien eras, enterarme de tu vida. Al saber todo lo que encerraba tu existencia, el desconcierto me aprisionó. Sin embargo, no pude alejarme como lo exigía la razón porque nuestra unión la he atribuido siempre al destino. Y sí… mis palabras sonaran ajenas a un hombre que no guardaba esperanzas, pero en el momento que llegaste al hospital un nuevo mundo se reveló.

El egoísmo al que no he querido referirme y que ha quedado expresado en cada una de mis palabras lo seguirás viendo porque quisiera que las personas a punto de cambiar sus vidas fuésemos nosotros; que el vestido blanco lo llevaras tú; que mi mano recibiera la tuya y que nadie cuestionara nuestro amor.

Mas hoy, me conformo con una mirada que hable de tu comprensión respecto a que el pasado, por más que se quiera, no se puede cambiar; que la parte del futuro que nos corresponde no podemos conocerla aún; y que guardas la esperanza de mejorar nuestro presente. 




Incomprensiblemente tuyo, Gerardo.



3 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

uy, te mando un beso y te me cuidas

Unknown dijo...

Hola Jennieh.
Te agradezco el comentario que me has hecho en el blog.
Me ha emocionado saber que te está gustando la historia de Ricardo y de Claudia y la buena opinión que tienes de ella. Eso me motiva a seguir escribiendo.
Me alegra que sigas adelante con "La verdad de una mentira".
Y la carta de Gerardo es preciosísima.
¿Dónde están los hombres con él?
Un fuerte abrazo, Jennieh.
Mucho ánimo.

Jennieh dijo...

Gracias, Citu y Lilian, por darse el tiempo de comentar.

Para decepción nuestra, hombres como Gerardo, me parece, que sólo existen en nuestra imaginación.

Un beso a las dos.